A pesar de que el perímetro de sus costas mide solo 147 kilómetros, la isla ofrece un clima templado y una multitud de paisajes distintos: románticas aldeas de pescadores, pueblecillos enrocados, antiguos castillos, verdes valles y encantadores golfos se alternan con espléndidas playas de arena y grava. Playas de ensueño, acantilados asombrosos, verdes colinas con floraciones perfumadísimas, bosques con árboles seculares, pueblecitos silenciosos apoyados sobre el mar o encaramados en las cimas.
Todo esto y más aún se puede descubrir visitando la Isla de Elba, atravesando los numerosos senderos dentro del Parque Nacional con la mochila a cuestas, en la silla de un caballo o de una mountain bike, o bien surcando el mar cristalino a bordo de una canoa o de un velero.
En pocos minutos, desde los empinados acantilados que se hunden a pique en el mar cristalino, se puede pasar, en el macizo granítico del Monte Capanne, a los 1019 metros de altura. La presencia de innumerables testimonios históricos y culturales, unidos a las extraordinarias bellezas naturales, hacen de esta isla un lugar mágico y único en el mundo.