Isla de Elba

La leyenda narra que las islas del Archipiélago son las perlas caídas del collar de Afrodita, la Diosa de la belleza, del amor y de la sensualidad. Elba es la más grande de estas islas. El Archipiélago Toscano es un pequeño archipiélago del mar Tirreno central, y está compuesto por 7 islas: Gorgona, Capraia, Elba, Pianosa, Montecristo, Giglio y Giannutri.

 

Isla de Elba está comunicada por numerosos viajes diarios de transbordadores e hidroplanos, que en una hora de navegación cubren los 10 kilómetros de mar que la separan del continente.

A pesar de que el perímetro de sus costas mide solo 147 kilómetros, la isla ofrece un clima templado y una multitud de paisajes distintos: románticas aldeas de pescadores, pueblecillos enrocados, antiguos castillos, verdes valles y encantadores golfos se alternan con espléndidas playas de arena y grava. Playas de ensueño, acantilados asombrosos, verdes colinas con floraciones perfumadísimas, bosques con árboles seculares, pueblecitos silenciosos apoyados sobre el mar o encaramados en las cimas.

 

Todo esto y más aún se puede descubrir visitando la Isla de Elba, atravesando los numerosos senderos dentro del Parque Nacional con la mochila a cuestas, en la silla de un caballo o de una mountain bike, o bien surcando el mar cristalino a bordo de una canoa o de un velero.

 

En pocos minutos, desde los empinados acantilados que se hunden a pique en el mar cristalino, se puede pasar, en el macizo granítico del Monte Capanne, a los 1019 metros de altura. La presencia de innumerables testimonios históricos y culturales, unidos a las extraordinarias bellezas naturales, hacen de esta isla un lugar mágico y único en el mundo.

Y de hecho es realmente difícil encontrar un lugar pequeño como la isla de Elba, que pueda alardear de un patrimonio histórico y cultural de igual riqueza.

 

Una historia que empieza con los Argonautas, pasando por los Etruscos, los Romanos y los Médicis hasta llegar al periodo Napoleónico, cuando a pesar de su breve exilio, el emperador francés dejó en la isla una huella indeleble de su genialidad.